La matanza >+>

19.01.2020

A finales de Noviembre, cuando el campo amanece blanquecino, llega la hora de la matanza, las grandes heladas nocturnas son las idóneas para curar adecuadamente la chacina.

En años atrás, la matanza era uno de los acontecimientos familiares y sociales más extraordinarios del año. Cada familia realizaba su propia matanza con la ayuda de vecinos y familiares. 

Hacer la matanza era una exigencia vital para cubrir las necesidades del hogar a lo largo del año. No hacerla era señal de un mal año o de extrema pobreza.

Un dicho popular reza "Del cerdo me gustan hasta los andares" y es que no sólo se aprovechan jamones, paletas y lomos, sino todas y cada una de sus partes, sangre incluida. 

Preparativos

El primer paso era la adquisición del animal en alguna de las ferias de la temporada, pocas veces se compraba el cerdo cebado. Normalmente se le compraba cuando era un guarrapo -cerdo pequeño- y se le engordaba durante el año con los desperdicios de la comida familiar, el brebajo que se hacia de patatas y centeno cocido, harina de cebada y salvado.

Durante el buen tiempo los vecinos reunían los animales para formar la porcá -piara de cerdos-, que era atendida por un porquero a sueldo que se contrataba, o se mantenían durante todo el año en el corral.

Llegada la época de la matanza, era imprescindible disponer de una buena cantidad de leña para cocer la calabaza y las patatas para las morcillas y, en general, para que durante esos días no faltase en casa una buena lumbre.

El día antes del acontecimiento el cerdo queda encerrado a buen cuidado para que no coma nada y las tripas estén vacías al día siguiente.

La matanza duraba casi dos días y los preparativos eran importantísimos. Las mujeres preparaban los ajos, los pelaban y machaban, pasaban las tripas de vaca así como todos los utensilios necesarios; artesas, calderos, baños, pucheros, cucharones... Los hombres pelaban y cocían la calabaza y las patatas, ambos productos se pasaban por la maquina y se mezclarán con la gordura del cerdo para hacer las morcillas. 

El día de la matanza

A la voz del dueño del animal, al amanecer, todos al corral, y si no hay sitio dentro, a la calle. Para aguantar el frío, lo mejor es una copita de aguardiente antes de la faena acompañada con unas migas o perrunillas.

Dos hombres se agarran a las orejas, otros dos a las patas y uno al rabo y se conduce al cerdo hasta una mesa alargada. Uno de los que esta libre es el encargado de clavar el cuchillo en el cuello del animal. La sangre que sale es recogida en un caldero por una mujer en cuclillas que la mueve con pericia para que luego se hagan con ellas las celebres morcillas de quico.

Una vez sacrificado el cerdo, para quitarle los pelos, se le chamusca con escobones. Después se le raspa para más tarde, sobre la mesa en la que fue sacrificado, se le desanda. Más que nunca, son necesarias manos expertas para que salgan las piezas limpias y no se rompa ninguna tripa. Aparecen los solomillos, los lomos, las costillas, el espinazo, y al final se cortan los jamones y paletas. La lengua será la pieza que se lleva a casa del veterinario para que éste la analice y compruebe que el animal está sano y pueda comerse sin problemas.

Era una práctica habitual esperar los resultados del análisis para que los muchachos empezaran a comerse el rabo y algún trozo de carne cayera en las brasas de la lumbre para, regado con vino, ser degustado.

Queda el tocino, las vísceras y las tripas, estas últimas son recogidas por las mujeres para limpiarlas en el río o en cualquier arroyo próximo. Se lavaban y se echaban en un cubo con sal, jabón casero, naranja y vinagre, aclarándolas finalmente.

Era un dicho en Aldehuela "la soltera que no diera la vuelta a la vejiga no se casaría".

A medio día se descansa para comer, y pronto se vuelve al trabajo.

Después llega el descarne, es decir la hora de separar la carne del hueso y quitarle la grasa o gordura, para dejarla lista para picar. Es el momento de salar los tocinos y los jamones.

Los hombres pican la carne con la maquina y las mujeres, se afanan en condimentarla en las artesas; una para chorizo, otra para morcillas, otra para los chofes, otro para los lomos...... Con la gordura y las patatas se elabora la patatera. Las tripas lavadas y desinfectadas servirán para embutir la carne.

Antes de empezar con los chorizos se hace la prueba del guiso, se coge un poco de la carne ya picada y condimentada de los chorizos, se pasa por la sartén y se da a probar a la gente para que éstos vayan dando su opinión sobre si el gusto es bueno y si está bien de sal.

Al día siguiente con la carne "tomada", se procede a llenar los embutidos. Hay que tener en cuenta que no queden burbujas de aire y es imprescindible una mano experta que los ate convenientemente. Es una tarea reservada a las mujeres, mientras que los hombres cargan con las ristras para colgarlas de las vigas para el oreo. Normalmente se coloca en un lugar seco y suelen encenderse candelas o lumbres para que se sequen aún más.

La manteca se deshacía en un caldero a la lumbre y los chicharrones se utilizaban para hacer las típicas bollas de chicharrones.

Terminada la cena se tomaba una copita de aguardiente de pepino para hacer bien la digestión.

Todo esto se irá consumiendo durante el año y es algo indispensable en la despensa de cualquier familia aldehueleña.

A día de hoy se siguen realizando las matanzas de una forma similar a las de antaño, pero con ciertos cambios. 

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